Economía Ecológica y del Paisaje

Economía Ecológica y del Paisaje

La economía ecológica es aquella que le da protagonismo y un rol concreto a la naturaleza y el medio ambiente en su relación con el ser humano y su desarrollo. Por ello, alerta sobre los recursos no renovables, el reciclaje, la reutilización y la recuperación de los mismos, para que dentro de un equilibrio natural se puedan consumir sin afectar el ecosistema y supervivencia en el largo plazo. La economía ecológica surge como una crítica a los planteamientos de la economía ambiental, pone en duda parte del instrumental de la economía convencional en que se basa, ante las evidencias de su fracaso. Pretende profundizar en aquellos aspectos sociales y ecológicos que la economía convencional no ha considerado, al integrar los procesos económicos y ecológicos con base en criterios de eficiencia y equidad (Jiménez-Herrero, 2003).

 

La economía ecológica impacta en el desarrollo, crecimiento y supervivencia de las personas, al brindarles los medios para satisfacer sus necesidades básicas, desde las más simples como la alimentación, nutrición o respiración, hasta las más elaboradas como la energía, la vivienda o la seguridad. También la economía ecológica impacta en las empresas al proveerles las materias primas que necesitan para desarrollar su negocio y gestión productiva como la misma madera y recursos naturales. Ni qué decir del impacto de la economía ecológica en los gobiernos y el mundo entero porque la prosperidad financiera depende del equilibrio y uso racional del mismo ecosistema, porque de lo contrario provienen las catástrofes, inundaciones, sequías, problemas respiratorios, calentamiento gradual del planeta y otros tantos desastres naturales.

 

La economía del paisaje

La cuestión económica tiene una importancia clave en las decisiones que van a tomar las personas sobre un paisaje y por tanto en la evolución del mismo. Varios son los factores económicos que influyen en las decisiones que pueden afectar a la evolución de los paisajes en los que vivimos. A continuación vamos a analizar cuatro de ellos: la falta de viabilidad económica o de suficiente bienestar que puede provocar el abandono de ciertas zonas; la sobre explotación de recursos naturales, especialmente de los no renovables; la influencia de la masiva industrialización y urbanización que influyen de una manera clave en la evolución de muchos países y la escala en la que se dan los proyectos económicos que influyen en la evolución de un paisaje.

Falta de viabilidad económica o de suficiente bienestar

¿Por qué un paraje puede ser abandonado por sus habitantes en un determinado tiempo? Muchas son las causas que pueden forzar a los pobladores de un lugar a abandonarlo. Los teóricos de las migraciones suelen distinguir entre el efecto expulsión y el efecto atracción, esto es, las fuerzas que impulsan a las personas a salir de un lugar y las que atraen a otro. Normalmente las dos interaccionan para propiciar la situación de abandono, en algunos momentos tiene más fuerza la expulsión y en otros la atracción de otro lugar, pero no suelen parecer aisladas la una de la otra. Uno de los componentes más importantes a la hora de propiciar el abandono de las zonas es el económico, basándose este en dos variables esenciales: la viabilidad económica de la actividad que se ha llevado a cabo hasta el momento y la calidad de vida o el bienestar económico que se alcanza viviendo en un lugar o en otro. Los dos motivos propician un abandono de la población en un paisaje pero a escala diferente. En el primer caso, la imposibilidad de seguir generando unos ingresos suficientes en el lugar en el se vive suele llevar a un abandono total del lugar. Ya no es viable ni vivir ni explotar sus recursos, con lo que el paraje queda huérfano de una presencia humana cotidiana. Esto puede resultar letal para el paisaje existente, que el ser humano deja de intervenir habitualmente y toda su labor va desapareciendo paulatinamente, además de ser negativo a medio plazo si la intervención ha sido muy agresiva y la naturaleza tiene problemas para apropiarse del entorno, quedando éste deteriorado por mucho tiempo. En otros casos, cuando la interacción ha sido más equilibrada, el abandono puede permitir que la naturaleza gane terreno y el paisaje colindante se apodere paulatinamente del entorno deshumanizado.

Cuando el abandono se produce porque en otros entornos humanos el bienestar y la calidad de vida son mayores, y los nuevos medios de transporte permiten seguir explotando el lugar sin necesidad de vivir en el (el ejemplo más claro es el abandono de las casas de campo para vivir en poblaciones cercanas), las consecuencias son distintas. Por un lado hay que resaltar que el abandono no es total, aunque las personas ya no habiten en el paisaje, si lo visitan habitualmente y lo explotan económicamente. Esto va impedir que la naturaleza colindante lo absorba o que quede maltrecho por falta de cuidado. Sin embargo, claramente tampoco va a permanecer inalterado. Aquellos espacios que no estén íntimamente relacionados con la explotación económica que se practica (especialmente los edificios, aunque no solo ellos) serán dejados o descuidados cebándose a ellos el abandono parcial o total. Si esto ya supone un problema en sí mismo, ya que no se cuida igual el lugar en el que vivo que aquel en el que únicamente trabajo, la concepción intima del lugar también puede modificarse. Las personas pueden dejar de considerar el lugar como su casa y éste pasa a ser un instrumento a través del cual se ganan la vida. Si esto sucede, la utilización del lugar, la sensibilidad ante él, la manera en la que se va a a conservar, el modo de explotarlo…van a cambiar. La evolución del lugar va a ser otra. Sin embargo, difícilmente podremos desligar el futuro del área de sus propietarios, que siguen relacionados con un paraje y que acuden habitualmente para realizar labor que les proporciona los ingresos necesarios para vivir.

Sobre explotación de los recursos

La segunda circunstancia económica influye de una manera importante sobre la evolución del paisaje en la sobre explotación de los recursos existentes en él. Sabemos que para producir cualquier bien necesitamos recursos naturales, ya que no podemos producir alfo desde la nada. Sin recurrir a los elementos que extraemos de la naturaleza nos es imposible realizar actividad económica alguna. Este es uno de los principales factores que pueden afectar a la evolución de los paisajes, en especial cuando el ansia de abultados y rápidos beneficios impulsa a las personas a llevar adelante una explotación exagerada, que merma las posibilidades futuras de seguir haciendo uso de los recursos existentes. En este sentido podemos dividir los recursos en tres clases: los renovables, los no renovables y los mixtos.

Los primeros son aquellos cuyo uso no los agota, como la energía solar o eólica. Los segundos se agotan cuando los utilizamos, como sucede con la práctica totalidad de los recursos mineros. Por último, existen aquellos cuyo uso los agota, pero una explotación razonable y una gestión sostenible permiten que se disponga de ellos sin límite de tiempo (por ejemplo, la madera de los bosques).La explotación de estos dos últimos puede tener un impacto duradero sobre el paisaje.

En la medida en que la destrucción de los recursos se haga de modo que no puedan volver a recuperarse (ya sea porque se trata de no renovables o porque se realiza una explotación abusiva de los mismos), la evolución del paisaje se ve claramente afectada y limitada en un futuro. La desaparición de especies animales, de bosques de zonas pantanosas y humedales o de manglares, a lo ancho y largo de nuestro mundo, son debidas sobre todo a esta explotación exagerada de los recursos naturales. La explotación puede, pues, resultar un obstáculo insuperable para una evolución equilibrada de un pasaje y transformar este de una manera definitiva e irremediable.

Naturalmente, este comportamiento irresponsable de cara a la sostenibilidad del medio natural se debe a una visión económica cortoplacista, que prioriza los beneficios actuales sin tener en cuenta las consecuencias de su comportamiento en la exploración futura o en la situación de aquellos que se encuentran a su alrededor. Un comportamiento depredador de los recursos también puede llevarse adelante cuando quienes lo determinan están alejados de la realidad ante la que van a actuar, y dan poca importancia tanto a este paisaje como a los que habitan en él. Se priorizan, otra vez, los comportamientos que buscan alcanzar un beneficio a pesar de otras variables que puedan impedir o ralentizar los ingresos deseados. Solo una visión a largo plazo (que suelen tener aquellos que consideran el lugar como su casa) va a ser compatible con la sostenibilidad y va a realizar una explotación de los recursos donde cuenten tanto los ingresos actuales como la posibilidad de seguir teniéndolos en el futuro.

Industrialización y urbanización

La transformación más importante que experimenta el paisaje viene de la mano de la urbanización y de la industrialización. Ambas producen un nuevo tipo de entorno en el que los elementos naturales quedan reducidos a la mínima expresión y en el que los elementos humanizados son los que tienen un predominio casi absoluto. Los dos pueden producir efectos perennes en el entorno en el que se ubican. Además, las personas que habitan constantemente en estos entornos masificados y poco relacionados con la naturaleza, pueden experimentar una situación de desapego y de separación del medio natural que, si bien por un lado impulsa a muchos de ellos a salir disparados de estos entornos para poder respirar aire puro o vivir con otro ritmo más tranquilo.

La utilización económica de los paisajes no urbanos está subordinada a la mejora económica de las ciudades. En este sentido, al ser del interés de los habitantes de las urbes mayoritario se aplica el peso de la mayoría para modificar parajes y ponerlos a su entero servicio. El poder económico de la industria y la ciudad o de los agentes que controlan estos dos elementos, junto con su influencia política, hace que muy a menudo sea ese quien decida desde afuera lo que hay que hacer con determinados paisajes. La excusa de que es la voluntad de la mayoría la que fuerza a estos cambios lleva a la destrucción irreparable de muchos paisajes en los que ha vivido mucha gente durante muchos años, para poner el resultado de esta agresión al servicio de la urbe y la industrialización.

 

La escala de los proyectos económicos

Los proyectos económicos que afectan a un paisaje pueden realizarse a escalas diferentes. Desde la urbanización de una pequeña zona de un término municipal hasta la creación de una gran zona de ocio en los alrededores de una gran ciudad, o la construcción de una infraestructura como puede ser una autopista o el AVE, tienen una dimensión económica distinta y un impacto potencial diferente. Por ello, es importante a la hora de plantearse la ejecución de cualquier proyecto, no solo cual va a ser su escala, sino la dimensión del lugar en el que se realiza. Unos proyectos de gran escala en un paisaje de una dimensión reducida pueden afectar a este de una manera irremediable. Sin embargo, esos mismos proyectos en un paraje de una gran dimensión pueden no tener mayores consecuencias. Cuando se ven las vías del AVE por la meseta castellano manchega se puede pensar que el problema para el paisaje es mínimo y, no solo eso, sino que se puede hasta disfrutar de la tecnología más reciente e integrada en un entorno rural y cerealista al que puede aportar una cierta belleza. Los vecinos tampoco tienen porque verse excesivamente afectados si se habilitan los correspondientes pasos para superar esta barrera que se pone al campo. Sin embargo, cuando esta infraestructura se acerca a la ciudad y se construye por lugares densamente poblados o en zonas pequeñas plagadas de fértiles minifundios, que ya de por si están bastante cercadas por las áreas urbanas, la dimensión de la infraestructura parece desorbitada y puede comprometer la viabilidad de lo que queda. La escala de los proyectos debe tener en cuenta la escala de los lugares en los que se realizan actuaciones desorbitadas pueden resultar letales para muchos paisajes.

Conclusión

La mayoría de los paisajes que conocemos han tornado su forma debido, en parte, a la intervención del ser humano. Por ello, la evolución positiva de muchos de ellos sigue dependiendo de que existan personas que habiten estos parajes, y que los sientan como propios y como marco de su vida o su actividad diaria. Por este motivo, no debemos olvidar el componente humano del paisaje, y es necesario hacer esfuerzos para que éste no se pierda en aquellos lugares en los que ha sido determinante para su evolución.

 

 

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Referencia:

Enrique Lluch Frechina es Profesor de Economía en la Universidad CEU Cardenal Herrera

“Paisaje y Economía: el componente humano del paisaje” En Husillos Tamarit, I (coord.= Paisajes: VI Seminario Desierto de las Palmas (pp. 99-122). Castellon de la Plana (Castellon): Fundación Desierto de Las Palmas, http:/hdl,handle.net/10637/7829

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